El espacio es inconmesurable. Misterioso. Oscuro. Silencioso. Alberga formas de vida de todo tipo. Tiene su propio lenguaje. Es impío. Inamovible.
Por eso es aterrador.
Su inmensidad te hace sentir pequeño e insignificante.
Su hostilidad te amenaza: radiación, temperaturas extremas, atmósferas asfixiantes…
Su oscuridad infinita transmite desasosiego y soledad.
Esa soledad eterna y vacía que deshace tu cerebro y evapora tu alma.
Esa soledad…
—Desde ese día me da miedo la oscuridad. Y he acabado siendo astronauta, ¡qué cosas!
Richard sonreía a la nada, apoyado en la pared metálica, rodeado de suaves zumbidos y pitidos intermitentes.
Hacía tiempo —no sabía cuánto— que ya no prestaba atención al equipo de transmisiones.
Las voces de sus compañeros habían dejado de oírse.
—¿Sabes? Al principio no estaba asignado a esta misión, pero en el último momento me llamaron.
Richard recordó a su novia, con la que había prometido casarse a su regreso.
—Supongo que no lo entenderás, pero me enamoré de ella nada más verla. Y creo que mis padres también —añadió con una risa nostálgica.
La risa, sin embargo, derivó en lágrimas.
Lágrimas de añoranza, de desesperación y de miedo porque llevaba semanas sin escuchar a nadie a través de la radio, se le acababa la comida y no sabía cuánto duraría el oxígeno que quedaba en la nave.
Solo tenía a aquella figura oscura y viscosa al otro lado de la ventana redonda, junto a la puerta.
Richard había empezado a hablar con ella para no volverse loco.
Parecía escucharle.
En esos momentos, incluso borboteaba como si estuviera compungida por él.
Entonces, escuchó golpes.
Quería entrar a consolarle.
¡Cuánto necesitaba Richard un abrazo, aunque fuera blando y gelatinoso!
Pero si abría la puerta…
Saldría despedido hacia el espacio. Se quedaría sin oxígeno. Quedaría expuesto al frío extremo. Su cuerpo reventaría de dentro hacia fuera.
Los golpes se repitieron.
La masa negra y viscosa se movía con impaciencia.
Si abría la puerta…
Ya no estaría solo.
Tendría compañía.
Otro ser estaría a su lado en aquella nave enorme, aséptica, silenciosa.
Así que la abrió.
Y Richard, simplemente, dejó de estar.