Me gusta el terror.
Creo que después de 45 semanas escribiendo sobre él por aquí es algo que todos tenemos claro.
Me gusta la adrenalina del miedo. Incluso si una película o libro me provoca pesadillas considero que es una buena señal.
Pero todo ello desde la seguridad de mi sofá, por favor 🤣
No me gusta experimentar el miedo de una forma demasiado real.
Por eso jamás he entrado a una casa del terror, como las que hay en las ferias, parques de atracciones y demás.
No me encuentro cómoda en la oscuridad, tengo un poco de claustrofobia y no me gusta que me persiga alguien con una motosierra, aunque sea de mentira.
Llámame loca.
Solo hice la excepción en Disneyland París, hace más de 20 años (creo que te hablé de esto alguna vez, pero no me acuerdo)
Te recibía un mayordomo siniestro y te llevaba hasta el trenecito. Eso me dio la seguridad de que no había que salir corriendo mientras te persigue un monstruo.
Honestamente, no recuerdo mucho del recorrido.
Solo me acuerdo de una estancia en la que se mostraban los restos de un banquete de bodas y se veía el espectro de Melanie Ravenswood vestida de novia, el personaje en torno al cual se estructura la historia de la tenebrosa mansión.
Qué quieres que te diga, los fantasmas de novias tienen algo de siniestro y bello a la vez que cautiva.
Pero hablaremos en otro momento de las novias en el terror.
Hoy tocan las casas del terror.
Y vamos a seguir a un grupo de amigos que decide colarse en una cuando la feria ya ha apagado sus luces.

—Es que sois gilipollas, no sé para qué os hago caso…
—Cállate ya, tío. Solo vamos a pillar algo para darle un susto a las chicas en el parque.
—Coge la máscara esa, la del payaso…
Los chicos ahogaban las risas mientras hurgaban en el interior de la casa del terror de la feria.
Habían entrado un par de veces durante la tarde solo para burlarse de los actores que trabajaban en ella.
Después, tras unos litros en las casetas, decidieron robar algunos disfraces para divertirse.
—Esto da un poco de miedo en silencio y a oscuras…
—Qué dices, anda ya.
Pero sí era tenebroso. Y lo fue mucho más cuando escucharon un gruñido al fondo. Luego un golpe.
—Vámonos, que están los dueños aquí…
—Venga, venga, rápido.
Dieron media vuelta. Escucharon pasos que los seguían. Los tres chicos aceleraron en dirección a la salida, pero no eran capaces de encontrarla.
—¿No era por aquí?
—¡Yo qué sé! Me estáis poniendo nervioso.
Toparon con una pared. Se apelotonaron unos contra otros, no querían retroceder porque los pasos se acercaban cada vez más.
El payaso los encontró así, como si fueran un ser de tres cabezas pegado al muro que simulaba una carpa de circo.
La policía los encontró desmembrados, en forma de montaña de torsos, piernas y brazos.
Las cabezas fueron vistas en la feria del pueblo de al lado, decorando el recorrido de los visitantes de la casa del terror.
Me encantan las historias en las que los bullies salen bulleados por apariciones, ja.
Que no me meta en una casa del terror, ok. Capto la idea.
Muy bueno.