Cuando pensamos en lo gótico se nos viene a la mente la imagen de una catedral, esto es así.
O también la de un adolescente vestido de negro, con pinchos y cadenas (yo pertenecí a esta especie en mi época universitaria)
Sin embargo, la literatura gótica es otra cosa.
Se desarrolló entre 1765 y 1820 y tuvo un repunte en la era victoriana (especialmente en la década de 1890)
Fueron en esas décadas en las que se estableció la iconografía que a algunos nos tiene enamorados por completo: antiguos cementerios y criptas, paisajes agrestes, enormes castillos de piedra, tormentas, noches desapacibles, mujeres de belleza delicada, hombres enloquecidos, vampiros, demonios, hombres lobo…
Los primeros escritores góticos
En la segunda mitad del siglo XVIII aparecieron los poetas de la «escuela del cementerio» (Graveyard School), los precursores del gótico de los que apenas se habla, como suele suceder.
Para que veas cómo las gastaban, te dejo un fragmento de los Pensamientos nocturnos de Edward Young:
¡Silencio y oscuridad! ¡Solemnes hermanas!
gemelas desde la noche antigua,
que amamanta el tierno pensamiento para razonar,
y sobre la razón construye resolución,
(esa columna de verdadera majestad en el hombre)
ayúdame: te daré gracias en la tumba;
el sepulcro, tu reino: de allí caerá esta farsa,
una víctima sagrada para tu triste santuario.
Pero, ¿qué eres?
Ojo, que en aquellos tiempos hablar de algo gótico era hablar de algo bárbaro, feo, primitivo, sin gracia, grotesco…
Y estos autores y los siguientes lo aprovecharían en sus obras dándoles esa belleza terrible: edificios en ruinas, sucesos sobrenaturales, una naturaleza ominosa… y, sobre todo, creando atmósferas asfixiantes.
La evolución del terror gótico
A lo largo de las décadas, el terror gótico fue evolucionando conforme cambiaban también los miedos de las personas.
Por ejemplo, se pasó de ambientes exóticos a entornos más familiares y conocidos.
En algunas novelas el protagonista no estaba encerrado en un castillo, sino en conductas sociales u obligaciones familiares.
La maldad pasó de estar en un ser sobrenatural a dentro del propio ser humano.
Aparecieron escritoras góticas que crearon personajes femeninos desobedientes y activas que sustituirían a la pasiva doncella en apuros.
Y el terror gótico sigue vigente hoy día tanto en la literatura (La biblioteca macabra de Edward Gorey) como en el cine (Drácula de Bram Stoker)
Algunos autores hablan incluso de un resurgimiento del terror gótico a partir de los atentados del 11 de septiembre, en los que se implantaron nuevos miedos procedentes de la maldad humana, órdenes mundiales, control de la población, epidemias, etcétera.
Sea como fuere, aquí te dejo 5 obras del terror gótico que te ayudarán a conocer mejor este género:
1. Drácula (1897) de Bram Stoker
La novela gótica por excelencia que introdujo al icónico conde Drácula. Ambientada entre Transilvania y Londres, mezcla el horror sobrenatural con la decadencia victoriana. Es conocida por su atmósfera oscura, cartas, diarios y recortes de periódicos como formato narrativo.
2. Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley
Una de las primeras obras de ciencia ficción con tintes góticos. Explora los límites del conocimiento humano, la creación y el aislamiento. El monstruo de Frankenstein es un símbolo perdurable de la humanidad marginada.
3. Cumbres borrascosas (1847) de Emily Brontë
Aunque técnicamente es una novela romántica, su tono oscuro, el entorno gótico de los páramos y el carácter torturado de los personajes como Heathcliff la convierten en una obra fundamental para el género. El ambiente es tan opresivo como fascinante.
4. El monje (1796) de Matthew Gregory Lewis
Un clásico del gótico temprano que mezcla corrupción moral, deseo reprimido y elementos sobrenaturales. Esta historia transgresora sigue la caída del monje Ambrosio en un torbellino de pecado y decadencia.
5. Otra vuelta de tuerca (1898) de Henry James
Una historia psicológica que explora la ambigüedad del horror. Cuenta la experiencia de una institutriz con dos niños aparentemente inocentes en una mansión aislada, donde las apariciones fantasmales podrían ser reales o producto de su mente perturbada.
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Échale un ojo porque precisamente hay autores de los que hemos hablado en este post 😉
Y sí, hoy toca relato del terror gótico más clásico, el que me gusta y del que no me canso jamás.

La mansión de Blackthorn se alzaba como un espectro entre los árboles retorcidos.
Una vez, había sido un símbolo de riqueza y esplendor, pero los años y un secreto inconfesable la habían corroído, como el cadáver de una joven que seguía siendo bello mientras se descomponía.
Eleanor Cross llegó allí al caer la tarde, empujada por una herencia inesperada.
La soledad había cavado hondas raíces en su espíritu. Aquella mansión, aunque maldita según decían los aldeanos, le pareció un refugio adecuado para sus últimos días.
En el salón principal, un espejo colosal dominaba la estancia.
Tenía un marco de oro ennegrecido tallado con figuras retorcidas de hermosos ángeles caídos.
El cristal no devolvía su reflejo; en su lugar, mostraba un cuarto que no era el suyo.
Era más suntuoso, con muebles antiguos, candelabros y un aire de quietud tan opresivo que Eleanor sintió que la habitación le respiraba encima.
Algo en el espejo la llamaba.
Esta vez, el cristal no mostraba una habitación, sino un rostro.
Era ella misma, pero no como la mujer que era ahora, sino joven, radiante, con los ojos encendidos por una fuerza de vida que ya no poseía.
La figura en el espejo sonrió.
A cada segundo, su sonrisa se hacía más pronunciada, más voraz.
Los días que siguieron fueron un descenso a la locura para Eleanor.
Cada vez que pasaba frente al espejo, el reflejo le mostraba escenas imposibles: su versión joven paseando por corredores desconocidos, sentada en habitaciones que no eran de Blackthorn y, finalmente, una imagen recurrente: ella misma, con los ojos vacíos y las manos ensangrentadas, acariciando un pequeño bulto envuelto en tela.
Cuando Eleanor trataba de huir, la casa conspiraba contra ella.
Las puertas no se abrían, las ventanas estaban selladas y el aire se volvía cada vez más pesado, cargado de un hedor dulzón a flores marchitas.
Una noche, incapaz de soportar más, Eleanor intentó destruir el espejo.
Alzó un candelabro y lo arrojó contra el cristal, pero este absorbió el impacto como si fuera agua.
Entonces, el reflejo extendió una mano a través del cristal, una mano huesuda y pálida que agarró a Eleanor por la muñeca.
La fuerza era sobrehumana.
La arrastró hacia el vidrio como si este fuera una superficie líquida.
El cristal la engulló por completo.
Lo último que Eleanor sintió fue frío, un frío absoluto que calaba en los huesos como un veneno.
Al amanecer, el espejo permanecía en el salón como si nada hubiera pasado.
Pero si uno se atrevía a mirar, podía ver allí a Eleanor, atrapada al otro lado del cristal, golpeándolo con las manos, mostrando su rostro deformado por un terror eterno.
Y detrás de ella, sonriendo, estaba su reflejo.
📚 Algo de bibliografía
Solaz, L. (2003). Literatura gótica. Espéculo. Revista de estudios literarios, 23, 1-9.
Hodson, J. (2015). 15 Gothic and the Language of Terror. In Romantic Gothic: An Edinburgh Companion (pp. 289-305). Edinburgh: Edinburgh University Press. https://doi.org/10.1515/9780748696758-015
Liénard-Yeterian, M., & Monnet, A. S. (2015). The Gothic in an Age of Terror (ism). Gothic Studies, 17(2), 1-11.
Edición guardada como favorita.
Viva el gótico en cualquiera de sus vertientes! :)